Divisionismo. La luz de la naturaleza

Divisionismo. La luz de la naturaleza

Queremos mostraros este vídeo donde podréis ver una de las claves de la técnica que desarrolló el divisionismo. Se puede observar como cada color que finalmente reconocemos, esta formado por la mezcla de diversos colores en nuestra retina; por su proximidad, cambia nuestra percepción de ellos.
En este vídeo veremos como el artista Christian Faur utilizará miles de ceras de colores. Los pintores divisionistas lograban este mismo efecto con sus pinceladas.
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El principio divisionista de la descomposición de los colores, sostenido en el plano teórico por Vittore Grubicy, encontró una aplicación particularmente eficaz en la representación del paisaje, sobre todo de la mano de los pintores más próximos a él, como Giovanni Segantini y Gaetano Previati. Cada vez más apreciado por el público, este género pictórico resultó, gracias a la nueva estética y al nuevo tratamiento técnico —si bien desarrollados por cada artista de manera personal—, completamente transformado.

El objetivo común era el de crear una relación más directa con la naturaleza, experimentada en plein air y cuya luz se pretendía captar diversificada según las condiciones atmosféricas y las horas del día, pero también en función del estado de ánimo del pintor. Si el Alba de Morbelli, expuesta en la Triennale di Brera de Milán de 1891, ha representado un manifiesto demostrativo del procedimiento divisionista, basado en una investigación casi científica de los efectos lumínicos en una situación particular, los maravillosos paisajes de alta montaña pintados por Segantini, después de haberse trasladado a Maloja, en Engadina, reflejan una tensión ya simbolista que tiende a indagar y a representar el misterio de la naturaleza.

Las grandes vistas alpinas de Emilio Longoni, Cesare Maggi y Carlo Fornara, dominadas por el blanco de las nieves y los hielos, se convierten en lugares habitados por la paz y el silencio. Representan para el hombre moderno la ocasión para regenerarse en contacto con la naturaleza incontaminada. Es en las pinturas de Grubicy, caracterizadas por un original corte de la imagen y por un ritmo que recuerda los grabados japoneses, así como en las de Pellizza, que transfigura la realidad en idilio, donde las referencias simbolistas a la fuerza renovadora del paisaje resultan especialmente evidentes.

 

 

 

 

 

 

 

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